ENRIQUE VILA-MATAS LA VIDA DE LOS OTROS 
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Montevideo


Teju
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‘MONTEVIDEO’ Y EL LUGAR EXACTO EN EL QUE IRRUMPE LO FANTÁSTICO

JUAN MARQUÉS

La literatura no es un dios circunspecto ante el que hay que arrodillarse, extasiados, con una actitud reverencial y arrobada. La literatura es más bien un dios burlón que agradece que se le afrente un poco, que sólo está a gusto cuando alguien juega a conciencia con él. Perderle el respeto a la literatura es el mejor modo de demostrar que uno se la toma en serio, y ésta es una lección que Enrique Vila-Matas (Barcelona 1948) asumió muy pronto de sus maestros, una pléyade de autores a los que, remotos o recientes, ha ido citando y homenajeando constantemente en sus libros.

En su nueva novela, Montevideo, el escritor lamenta “la imposibilidad de describir en el papel la intensidad sin límites de una alegría personal, pero lo cierto es que esa instintiva alegría intelectual no sólo se nota, sino que viene multiplicada por el punto de partida, tan aparentemente serio, casi trágico (pero en realidad, por supuesto, autoirónico), de su escritura.

Buena parte de la literatura contemporánea ha renunciado, sin ni siquiera darse cuenta, al deber esencial de divertir, y por ello es reconfortante que un autor como Vila-Matas, tan consagrado y tan ecuménico, tan unánimemente aplaudido, haga del regocijo del lector su principal objetivo, sin por ello descuidar la máxima autoexigencia. Tras muchos años y varios libros en los que se había extraviado un tanto en un experimentalismo en el que ya no se reconocían plenamente su firma o su mirada, sino que llevaba la narrativa a extremos tal vez comprometidos, en Montevideo regresa de golpe a su esencia literaria, aquella que nos atrapó para siempre en los años noventa y que lo convirtió para mi generación no ya en uno de nuestros escritores preferidos, sino en un autor inaugural, alguien que, por hacer una broma con un leitmotiv del nuevo libro, no dejaba de descubrirnos puertas secretas, de obligarnos a pensar y vivir los textos de otras maneras, y de defender la autonomía radical de la literatura.

Ya lo dijo el escritor en El viento ligero en Parma (Sexto Piso, 2008): "Quienes hoy en día siguen creyendo que hay que subordinar la narración a objetivos extraliterarios merecen que se les declare la guerra: guerra total contra una literatura que no confía en sí misma".

Sobrepasar la realidad

Golosamente errática, y desde su eufónico título, Montevideo (que "era una ciudad, pero también un estado de ánimo, una forma de vivir en paz fuera del convulso centro del mundo") busca una belleza extraña en la digresión, en la acumulación, en cierta improvisación lúcida. Pequeñas secuencias narrativas, a menudo meramente anecdóticas, dan lugar a otras que se van complicando y que al cabo conforman una novela redonda, en el sentido de circular, pero sobre todo en el de impecable. El libro está lleno de observaciones, malentendidos y bromas que tal vez, en algunos casos, no van a ningún lado, pero que tienen muchísima gracia, y que, si se miran bien, contienen una enorme sabiduría que no afecta solo a la literatura, pues apuntan a un modo juguetón, creativo y distinto de afrontar la vida.

Es algo que estaba en el programa fundacional de muchas vanguardias, a las que tanto debe Vila-Matas: no se dice del arte nada que no se diga de la propia vida, y ésta es, de hecho, la principal creación, pues la realidad es el marco donde desplegarse o, mejor, el marco que desbordar, y así podrá surgir un modo activo, atento, insolente y crítico de vivir. La vida es la realidad cuando despierta, cuando mira alrededor para establecer, como aquí, correspondencias estimulantes y arañar significados nuevos.

Una vuelta a las raíces

Con el estilo de París no se acaba nunca y la frondosidad metaliteraria de Bartleby y compañía (libro contra el que se arremete, hasta casi el repudio, en Montevideo) o El mal de Montano, más algún tema de los libros recientes, como Kassel no invita a la lógica, Vila-Matas nos devuelve a sí mismo, su mejor versión, un disparate que se va haciendo muy juicioso, un misterio que no lleva a ninguna respuesta sino a una gran celebración, y una lección literaria que insiste en que “no puede entenderse el adentro con la lógica del afuera”.

Montevideo es todo un festival, el mejor Vila-Matas en mucho tiempo. Hay muchos modos de entender y de leer las cosas, pero si no te gusta una novela como ésta, si adentrándote en ella no sientes que estás accediendo al corazón de algo importante o cuando menos pertinente, no pasa nada, pero entonces es bastante probable que, simplemente, no te guste la variante más libre y desatada de la literatura.

Una puerta que da a Cortázar

Aunque el protagonista de Montevideo declara no ser cortazariano en un par de momentos, es el cuento La puerta conde-nada (incluido en Final del juego) lo que, tras el formidable introito de París, revitaliza la novela y saca a su personaje del bloqueo que sufría. La obsesión por examinar la habitación 205 del hotel Cervantes de Montevideo, donde transcurre ese cuento, hace que todo se acelere, se ilumine y se eleve.

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