ENRIQUE VILA-MATAS LA VIDA DE LOS OTROS 
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Paris Review, N.247

Gertrude Stein sitting on a sofa in her Paris studio

Place de la Contrescarpe

Alejandro Padrón

V-M y Alejandro Padrón

París siempre valía la pena París siempre valía la pena

Fragmento del libro PARÍS SIEMPRE VALÍA LA PENA

ALEJANDRO PADRÓN


Me consideraba un amateur del cine y la fotografía. Además de un gran lector, era un viajero impenitente y había estado en París muchas veces, la última de ellas, haciendo estudios de doctorado que me llevaron cinco años. A menudo coqueteaba con la idea de convertirme algún día en director de cine, pero mi pasión por la lectura difería mi deseo, aunque sin saberlo, más bien lo consolidaba. Leí por tercera vez, A Moveable Feast, de Ernest Hemingway, en la propia ciudad donde se desarrollaron los acontecimientos de su novela. Desde hacía tiempo deseaba emprender el recorrido por los lugares emblemáticos visitados por el escritor americano en la ciudad de las luces. Se trataba en todo caso de experimentar el disfrute y placer de caminar por calles y bulevares; entrar a las viviendas y cafés donde había estado Hemingway cuando apenas comenzaba su carrera literaria en el París de los años veinte. Y que hoy se conservaban casi intactos desafiando la voracidad urbana que experimentan las ciudades en esta época. Era un reto, sobre todo, por el desafío que implicaba el costo de una aventura cinematográfica, fotográfica, o literaria, aún no lo sabía.

Salí una mañana de finales de verano con mi cámara y una libreta de apuntes moleskine. Aunque ya había tomado algunas fotografías, decidí comenzar por el principio. Me fui directo al número 44 de la rue Jacob donde está el Hotel d´Anglaterre, primer lugar de alojamiento de la familia Hemingway al llegar a París, en diciembre del año 1921, siendo una pareja de recién casados.

El hotel se mantenía como una edificación parecida a la de aquellos años, aunque con algún maquillaje producto de las remodelaciones, según me contó su propietario que tuvo la gentileza de mostrarme la habitación donde se habían alojado los recién casados. Me permitió hacer algunas fotografías, pero el edificio tenía poco atractivo, no más que el de haber sido el primer asiento de una luna de miel de una parejita de americanos. Luego se mudaría a su primer apartamento de la rue Cardinale Lemoine, en la calle que desemboca en la Plaza Contraescarpe donde estaba ubicado el Café des Amateurs. Allí libaba sus tragos el escritor en ciernes y tomaba notas para sus historias. Hoy, al lado de la puerta del No.74, de esa calle y, sobre una ventana, destaca la placa conmemorativa sobre su estancia en ese barrio. Escuché el clic de mi cámara y capturé esa imagen:

Mientras tomo fotografías caminando por la calle, veo el fantasma de Hemingway dirigiéndose a la placita Contrescarpe para alcanzar el Café des Amateurs; lo imagino leyendo una revista y ordenando un aperitivo. Es probable que esto lo hiciera a menudo, quizás en una próxima oportunidad ordenará un petit creme, pues he leído que no tiene suficiente dinero, aunque no estoy muy seguro de esto; según expresa en su libro, los pagos que recibe como reportero de El Toronto Star le llegan con retraso. Desde la placita veo hacia el café y su mirada pareciera estar concentrada en su pequeña libreta —negra y rectangular— de finas hojas, que se hará tan conocida con el nombre de moleskine, y que muchos años después conocería una popularidad que él no estaba en capacidad de imaginar. Ahora entro al café y continúo pensando en mi futuro trabajo: ¿una exposición fotográfica, un documental, una película? Aún es temprano para saberlo.


* El libro de Alejandro Padrón se ha publicado en octubre 2021 en Kalathos ediciones.


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