ENRIQUE VILA-MATAS LA VIDA DE LOS OTROS 
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Operación rescate



«LOS ESCRITORES ACABAN SOLOS Y ACABAN MAL»

Entrevista de Sergi Pàmies

Babelia, octubre 2003

OPERACIÓN RESCATE

SERGI PÀMIES


Lo leí en el periódico: “Se rescata una novela de 1977 de Enrique Vila-Matas”. Del titular me sorprendió la contundencia del verbo rescatar, más propio de la crónica de sucesos que de la plácida información cultural. Enseguida me imaginé a Vila-Matas pagando un altísimo rescate por sí mismo, en metálico, billetes falsos, para ser liberado por unos secuestradores imaginarios, apareciendo entre la niebla, al alba, cubierto con una manta en una carretera comarcal. Lo encontraría una pareja de la Guardia Civil y, al verlos, lo primero que les preguntaría Vila-Matas sería: “¿Qué ha hecho el Barça?”

A continuación, y ya puestos a imaginar, le vi dirigiendo un comando de rescate desde un helicóptero, acompañado por una intrépida unidad de submarinistas de élite, sobrevolando el océano en busca de su vieja novela. Con el dedo índice señalando un conato de sombra acuática, Vila-Matas, gritaba: “¡Allí!”, y, sucesivamente, los hombres ranas se lanzaban al mar en busca del manuscrito. No regresaban jamás, por supuesto, como esos anónimos ciudadanos que toman el metro y que, según él, desaparecen para siempre. Pero a lo que íbamos. La novela rescatada se titula La asesina ilustrada y ha sido reeditada por un grupo de jóvenes editores con denominación de origen Ediciones Lengua de Trapo. Vila-Matas la escribió en 1975, en París, en una buhardilla de la Rue Saint Benoît que le alquiló Marguerite Duras (esa versión francesa de arte y ensayo de Chavela Vargas). El argumento, en forma de espiral, gira alrededor de un manuscrito que, como la sombra acuática avistada desde el helicóptero, provoca la muerte de cuantos se acercan a él. Como en aquella época se llevaba complicar las cosas, Vila-Matas construyó un mecanismo narrativo complejo pero eficaz que permite llegar al desenlace a través de diferentes textos: un prólogo, unas notas, una carta… escritos por distintos protagonistas. Por suerte para todos, el autor se propuso que su libro se entendiera, algo poco frecuente en aquel tiempo, y nadie falleció al leerlo. ¿El resultado? Un auténtico Vila-Matas que, a pesar de carecer del humor que el escritor ha explotado a lo largo de su trabajo posterior, soporta perfectamente el paso del tiempo (aunque el problema de recuperar los primeros libros sea que uno no puede evitar compararlos con los últimos, y eso impide saborearlos en su justo término. Pero si los Beatles editan sus primeras canciones en compact, ¿por qué no iba a recuperar lo suyo Vila-Matas?)

Como saben sus lectores más fieles, Enrique Vila-Matas tiene por costumbre dedicar todos sus libros a Paula de Parma. Eso provoca que, al comprar su última novela, libro de cuentos o antología de artículos, lo primero que hagamos los que le seguimos sea comprobar si también va dedicado a Paula. Si es así, respiramos aliviados e iniciamos la lectura con buen pie. La asesina ilustrada, en cambio, no está dedicado a Paula de Parma. Mosqueado, llamo por teléfono a Vila-Matas y le pregunto a qué se debe que La asesina ilustrada rompa esta entrañable tradición. Otro, en su lugar, me habría enviado a freír espárragos o me habría respondido diciendo que está en su perfecto derecho de dedicar sus libros a quien le dé la gana. O me habría preguntado si no tengo nada mejor que hacer que molestar a la gente los sábados por la tarde. Pero Vila-Matas no. Con una enorme paciencia y amabilidad, me responde que, en su día, lo dedicó a Conchita Sitges y Raúl Escari y que, por aquel entonces cuando escribió esta inquietante novela sobre los poderes homicidas de un manuscrito, todavía no conocía a Paula. A pesar de que su respuesta es de lo más correcta, no acaba de convencerme. Pienso que de la misma manera que ha rescatado heroicamente La asesina ilustrada del olvido, debería haber añadido el nombre de Paula de Parma a los que ya figuran en la dedicatoria. Con efectos retroactivos, eso sí.

El País, 24 de julio de 1996.
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