ENRIQUE VILA-MATAS BLOG EN WEB 
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VERSIÓN DISIDENTE de HISTORIA ABREVIADA DE LA LITERATURA PORTÁTIL
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Valis    01: Si quieres, dejamos para tu regreso de vacaciones la página de Historia abreviada, ya que no sé todavía cómo enfocarla. Hay cientos de posibilidades. De momento, te mando una maleta. La he elegido como mi rosebud en la charla que me toca dar el 24 de octubre de este 2009 en París, dentro de una muestra dedicada a los rosebud de algunos escritores europeos. Elegí una maleta -los organizadores me han buscado la de la imagen- para asociarla en el escenario con una idea de movimiento, la idea portátil que desde 1985 mueve mi obra. Te sugiero que inicies la página de la Historia abreviada con la imagen de esa valise que haré pasar por mía.
Sterne By Reynolds     02: Y por cierto, ya creo saber cómo podemos contruir esta página. Lo he sabido en cuanto he visto y leído mi texto junto a la maleta. Vamos a construir la página con los mensajes que vaya mandándote a medida que vaya encontrando, vaya viendo las imágenes que insertaremos aquí. Serán mensajes tratando de averiguar cómo podríamos ir avanzando en la construcción de nuestra página shandy. De hecho, la página irá narrando el intento de construcción de la misma. Ahora te ruego que hagas aparecer a Laurence Sterne al lado de este texto. Es imprescindible que lo tengamos ahí para que todo pueda ir bien.
Machine Célibataire
Machine Célibataire
    03: Oye, ahora creo recordar. Creo que todo empezó -me refiero a mi Historia abreviada- en un viaje que hice a París hacia 1983. Fui a ver una exposición sobre máquinas solteras de la literatura, en el Grand Palais. Recuerdo que el mismo título de la exposición me intrigaba mucho. Me sorprendió después lo que vi allí. Era yo un admirador de Raymond Roussel y de sus máquinas, y ver alguna de ellas reproducidas en la exposición, al lado de las máquinas de Kafka o de Duchamp, me dejó huella. Me gustaba, por otra parte, el concepto duchampiano de machine célibataire con el que me identificaba. Y, aunque no entendía muy bien qué era exactamente, me gustaba también el concepto de femme fatale y, si la memoria no me traiciona, en aquella exposición había más de una máquina que funcionaba como tal, como mujer fatal. Todo eso fue creando en mí una atmósfera creativa en torno a la idea literaria de las máquinas solteras y terminé por hacer un artículo sobre el tema, un artículo algo disparatado que publiqué en La Vanguardia, en cuyas páginas culturales colaboraba con cierta frecuencia entonces, bajo la tutela de Ana Basualdo. Después, viajé a Mallorca y compré un libro de un sabio local –aunque también universal, pese a que es injustamente poco conocido-, Cristóbal Serra. Era un libro de aforismos. Y uno de ellos era una reflexión sobre las ventajas de la brevedad. Llevaba el libro de Serra a todos los bares de Mallorca. Y en uno de esos bares, tras cuatro copas, se me ocurrió que mi artículo, ya publicado en La Vanguardia, podría haberse llamado Breve Historia de la Literatura móvil, y eso lo anoté en las propias páginas del libro de Serra (aún conservo esos garabatos escritos de pie, en la barra de un bar horrible de Palma, ya desaparecido, llamado La Polilla).  Unas horas después, modifiqué el título, que quedó en Historia abreviada de la literatura portátil. Lo modifiqué -recuerdo- en una terraza al sol, muy lejos de La Polilla. Y muy cerca de Sterne.
Casa de Nietzsche en Sils-Maria
The end of the Gutenberg Era
    04: Eterno retorno. Te mando la casa de Sils-Maria a la que regresó Nietzsche después de haber tenido en un peñasco cercano la intuición del eterno retorno. Estoy releyendo la genial novela Petersburgo de Andre Biely (escritor al que influenció Nietzsche) y, al leer unos apuntes de Georges Nivat sobre ese libro, he descubierto el origen de la primera frase de mi Historia abreviada, esa frase que dice: "A finales del invierno de 1924, sobre el peñasco en que Nietzsche había tenido la intuición del eterno retorno, el escritor ruso Andrei Biely sufrió una crisis nerviosa al experimentar el ascenso irremediable de las lavas del superconsciente". Por no acordarme ya ni me acordaba de esa crisis neurótica de Biely y de que ésta, además, estuvo en el origen de la conspiración shandy. He indagado y he comprobado que es cierto que Biely tuvo ese repentino momento dificil en el peñasco nietzscheano. ¿Provocado por qué? Me temo que nadie va a querer explícarmelo. Pero Biely, durante muchos años -desde que escribiera  Petersburgo- se sentía traspasado por una revelación que él sentía que se elevaba como un recuerdo del olvido. Para Biely, "el arte es una anamnesis, la invasión de la conciencia artística por un superconsciente, una especie de desposeimiento de sí mismo". ¿Has visto la luz sobre la casa? Parece que se acerque una tormenta.
Edgar Varese
Edgar Varese
    05: Voy viendo que hemos de insertar ahora la imagen de Edgar Varese, que también tiene un papel estelar en el primer párrafo de la primera página de Historia abreviada. Comparte con Nietzsche y Biely esos honores de estar en el primer párrafo. Tras comentar la crisis nerviosa de Biely en el peñasco del eterno retorno, escribí: "Aquel mismo día y a la misma hora, a no mucha distancia de allí, el músico Edgar Varese caía repentinamente del caballo cuando, parodiando a Apollinaire, simulaba que se preparaba para ir a la guerra". Y a continuación concluía yo que esas dos escenas (Biely en el peñasco del eterno retorno y Varese a caballo en su parodia absurda) habían sido los pilares sobre los que se había edificado el extraño edificio de la literatura portátil. ¿Por qué Varese y no otro músico? Porque tenía abierta en ese momento por las páginas centrales  una revista sobre las vanguardias de los años 20 y leí el nombre de Varese, que debió inconscientemente gustarme por llevar unas iniciales (E.V.) que eran las mías. El caso es que unos años después -lo habría perfectamente olvidado si no fuera porque lo tengo por suerte anotado en mi diario de un viaje a Alemania que titulé Alemania en Otoño y que publiqué en El viajero más lento- se me acercó en el café Opus III de Frankfurt una señora de una edad más que respetable y me dijo que había empezado a leer mi Historia abreviada y quería decirme que en cierta ocasión, en la universidad de Columbia, tuvo el honor de estrechar la mano de Edgar Varese. Cuando la vieja dama me dijo esto, simulé emocionarme, pero la verdad era que hasta entonces no me había ni siquiera preguntado a mí mismo quién era Varese. Sigo igual. Sólo sé, o creo saber, que fue un músico que elaboró sus obras a partir del concepto de "sonido organizado", un concepto que le permitió apartarse de las nociones tradicionales de armonía y melodía. Pero no sé más de él. En otras palabras, no lo veo. Sólo he acertado a ver que había que insertar su imagen. Y aún así no acabo de verle, ni siquiera en mi Historia abreviada.
27     06: No sé, siento como si esta página aún no hubiera ni empezado. ¿Crees que cuando lleguemos a la entrada 27 –número shandy por excelencia–  habremos ya nacido? 
New York, Paul Morand
New York, Paul Morand
   07: Se trataba de ir averiguando cómo podríamos ir avanzando en la construcción de nuestra página shandy o, mejor dicho, de ir narrando el intento de construcción de la misma. Te rogué que hicieras aparecer a Laurence Sterne y te dije que era imprescindible que lo tuviéramos ahí para que todo pudiera ir bien. Y todo va perfecto, seguramente (es una vieja superstición mía) desde que está él ahí. Pero también es cierto que nos ha complicado la página. Porque hemos necesitado cinco entradas sólo para hablar de las primeras frases del libro. Y aún no hemos terminado de comentar esa primera página  del prólogo, ya que nos falta, por ejemplo, Paul Morand (coloca la foto de la portada de Nueva York, que es mi libro favorito de este autor), aquel Monsieur Morand que, como se dice en la línea 14 de la primera página del prólogo, "recorría en trenes de lujo la iluminada Europa nocturna".  Teniendo en cuenta que  la Historia abreviada tiene 127 páginas y aún no hemos completado ni tan sólo la información correspondiente a la primera página (si vamos a este ritmo de siete u ocho ilustraciones por página, calculo que necesitaremos unas mil imágenes y comentarios), creo que hemos caído en la tendencia a enredarse en el camino de la que hablaba Sterne, largo y tendido, en  su Tristram Shandy:
     “Resumiendo: en cada etapa del camino hay archivos que consultar, y registros, fastos, documentos e interminables genealogías que, forzado por la justicia (que una y otra vez me hace volver o detenerme), he de leer. En suma, es el cuento de nunca acabar; por mi parte, les aseguro que estoy en ello desde hace seis semanas, yendo a la mayor velocidad posible, y no he nacido aún.  He podido decirles, y eso es todo, cuándo sucedió tal cosa, pero no cómo; de modo que, ya lo ven ustedes, la obra está aún muy lejos de su conclusión.”
      Ya lo ves. Me parece que nos hemos enredado shandyanamente y en pleno agosto, con este calor que no veas. Pido un alto en el camino. Es demasiada zozobra. Vayámonos de vacaciones. Y a finales de mes volvamos para reencontrarnos en este digresivo camino portátil de registros, fastos y documentos.
Cahiers, Valéry
Cahiers, Paul Valéry
   08: Es cierto que se nos ha complicado la página. ¿Recuerdas que antes de irnos de vacaciones necesitamos siete imágenes y siete entradas sólo para hablar de las primeras frases de Historia abreviada? Decidimos marcharnos de viaje para volver más frescos, pero tengo que confesarte que en lo que respecta a mí el objetivo no se ha cumplido para nada. Nada más regresar ayer de Dublín, donde he pasado unos días, tuve la sensación de que aún más que nunca hacía estragos en mí –tal vez benéficos-  la tendencia a enredarse en el camino de la que hablaba Sterne en su Tristram Shandy.
     Sólo quisiera decirte que estoy enmarañado y que ese es mi sentimiento. Tal vez no sea nada fácil volver a un libro del pasado. Porque vamos a ver, ¿qué hombre podría soportar volver a pensar, como testigo, todo lo que pensó a lo largo de su vida? Recuerdo que Paul Valéry, en los Cahiers, decía más o menos que nuestra historia, nuestra vida,  hace de nosotros tal persona, y eso es un insulto. Qué hay más ridículo que alguien, se preguntaba Valéry. Resulta muy poco estimulante y escasamente creativo volver sobre el pasado, créeme, y ya no digamos sobre lo escrito. Me gusta mirar siempre adelante, hacia los nuevos retos. Pero el reto tal vez también esté –esa idea me alienta a seguir- en aprender a examinar en profundidad lo que pensaba en los días juveniles en los que escribí ese libro. Recuerdo que pensaba banalidades como ésta: Valery es formidable.
     No es casual pues que el epígrafe que abre mi Historia abreviada sea de Paul Valéry, un pensamiento entresacado de Monsieur Teste: “El infinito, querido, es bien poca cosa; es una cuestión de escritura. El universo sólo existe sobre el papel”
     Pongamos ahora una fotografía de uno de los Cahiers de Valéry.
     Valéry es formidable.
Zapatos de Monsieur Teste
Zapatos de Monsieur Teste
   09: Un problema de los blogs literarios: Al buscar una cierta espontaneidad, corrigen poco cuando corregir –elaborar tras haber producido previamente el documento espontáneo- suele ser  esencial para la escritura de un texto literario.
     “No escribo. Corrijo”, decía Augusto Monterroso.
     Quisiera corregir, reelaborar el fragmento 8. Pero no lo suprimas. Deja que este fragmento 9, aún volviendo sobre las mismas cuestiones y diciendo cosas muy parecidas –también él con el mal de la espontaneidad, todo sea dicho-, lo corrija.
     Me he ido de vacaciones y he vuelto. No ha llovido un solo día en la casa del Eterno Retorno. Al volver, observo que permanece en mí esa tendencia a enredarse en el camino de la que hablaba Sterne en su Tristram Shandy.
     Tengo que advertirte que estoy enmarañado y que esa parece mi única realidad. Una vez más, percibo que no es fácil volver a un libro del pasado.
     Me gustaría que te preguntaras esto: ¿Qué hombre podría soportar volver a pensar, como testigo, todo lo que pensó a lo largo de su vida? Sería sin duda insoportable. Nuestra vida, en cambio, lo es menos, tal vez porque es más espontánea. Quizás porque es tan espontánea, la reescribimos. Para corregirla.
     Recuerdo que Paul Valéry, en los Cahiers, decía más o menos que nuestra historia, nuestra vida, hace de nosotros tal persona, y eso es un insulto. Qué hay más ridículo que alguien, se preguntaba Valéry. Resulta escasamente estimulante volver sobre el pasado remoto, créeme, y ya no digamos sobre lo escrito en los días ya casi olvidados. Me gusta mirar siempre adelante, hacia los nuevos horizontes. Pero el horizonte tal vez también esté en aprender a examinar en profundidad lo que pensaba en los días juveniles en los que escribí ese libro o gran fiesta de shandys. Examinar en profundidad, he dicho. Pero te diré la verdad. En esos días pensaba tan sólo banalidades como ésta: Valery es formidable.
     Pensaba cosas así. Lo que, por otro lado, prueba que no fue nada aleatoria, como se ve, la referencia a Valéry, el epígrafe procedente de Monsieur Teste que abría el libro:
     “El infinito, querido, es bien poca cosa; es una cuestión de escritura. El universo sólo existe sobre el papel”.
     Pongamos ahora una fotografía de uno de los Cahiers de Valéry.
     No. Esa ya fue la imagen del fragmento anterior. Pongamos los zapatos de Monsieur Teste.
     Valéry es formidable. Sí.
     Podría añadir algo más a este formidable y demostrar que ya no estoy en el punto perdido en el que me movía cuando era joven. Pero saber más –en este caso, haber leído precisamente  al propio Valéry cuando decía que estaba claro que aumentar y profundizar un pensamiento se opone a la vida- me impide ahora precisamente decir más.
     Ciertas contradicciones necesitan zapatos. Para ir despacio a corregirlas. O para salir corriendo de ellas.
Berta Bocado (foto de Man Ray)
Berta Bocado (foto de Man Ray)
   10: “Sandhyas! Sandhyas! Sandhyas! Calling all downs. Calling all downs to dayne. Array! Surrection! Eireweeker to the wohld bludyn world”.
     Como puedes observar, asoman totalmente su cabeza los shandys y las sandías al comienzo de este fragmento del cuarto y último capítulo de Finnegans Wake, capítulo leído este verano, el último día que pasé en Dublín.
     Reconozco que aquel día, al abordar la lectura de aquel fragmento, tuve una gran sorpresa cuando leí escrita tres veces una palabra tan familiar para mí como
     Sandhyas
     Innegable la fuerza de lo súbito. No olvidaré en mucho tiempo aquella inesperada aparición matinal del shandysmo en el discutido –ilegible dicen- libro de Joyce.
     Recordé después que esa edición de Finnegans la había comprado hacía unos años en la exquisita librería que tiene en Sevilla Anne-Marie Rotelier, la hija de Berta Bocado.
     Joyce / Bocado.
     Cuando le compré ese libro, la hija de “la hermosa mujer española de nombre más bien horrible”(1), la hija de la primera mujer que aparece en Historia abreviada, me recomendó vivamente que intentara hincarle el diente a la obra ilegible. Y ni corto ni perezoso, mordí el ejemplar de Finnegans
     Esta mañana, mientras ese ejemplar –ya por fin eternamente mío- descansa junto a las fotografías de mi viaje a Dublín de este verano, trato de averiguar qué más puedo tener yo que ver con ese libro, Finnegans, aparte de que Anne-Marie Rotelier Bocado me dijera en Sevilla que parecía un libro hecho especialmente para que lo mordiera.
     Finnegans Wake se empezó a redactar en 1922, el año de la independencia de Irlanda. Y sólo sé que, cuando alguien me recuerda que ese libro es ilegible, pienso siempre, por una inevitable asociación de ideas, que también toda la vida de la República de Irlanda ha resultado ser con el tiempo -con sus impresentables laberintos políticos- una vida  ilegible. Y que eso tal vez fuera lo que se propuso contar –a modo de premonición- el agudo James Joyce.
     Sólo quiero terminar diciéndote que el libro se acabó de escribir en 1939, cuando mi padre, que  tenía 17 años (o sea que nació el año de la independencia de Irlanda), vio cómo por fin se acababa la guerra de España y cesaba su trabajo en la Cruz Roja.
     ¿También la vida de mi padre hasta 1939 es ilegible?
     Y ahora, ¿qué te parece si ponemos la foto –la única que he encontrado-  de Berta Bocado?

     (1) Pág. 18 de HALP en la edición de Compactos de Anagrama.
La máquina de pesar libros
La máquina de pesar libros
   11: “Dentro de todo hombre obeso hay una máquina delgada que gesticula violentamente para que la dejen salir” (Boris Vian)
     Me acuerdo de esta frase de Vian y acabo pensando en Walter Benjamin, tan insustituible en la conjura shandy  como su imprescindible máquina risueña de pesar libros, inventada para detectar las obras literarias que resultaban pesadas e insoportables y, por tanto, intransportables.
     Cuando escribía HALP, al observar un día casualmente que las iniciales de este inventor (WB) eran las mismas que las del poeta W.B. Yeats, pensé en llamar Walter Benjamin Yeats al personaje del conjurado vienés, pero finalmente acabé dándole el nombre de  Werner Littbarski: Werner en honor de Oscar Werner (uno de los actores de Jules et Jim de Truffaut) y Littbarski, en homenaje a un futbolista austriaco.
     Hace unos días, en una vitrina del Museo de Escritores de Dublín, capté –te mando la fotografía- el dibujo de una máquina que W.B.Yeats diseñó en una libreta de uso  personal. Es curioso, pero parece una máquina de pesar libros. Creo que, si cuando escribía HALP hubiera conocido ese bosquejo del poeta irlandés, tal vez no habría ni dudado a la hora de ponerle el nombre de Walter Benjamin Yeats al vienés que organizó aquella sonada fiesta portátil de Viena en la que Francis Scott Fitzgerald recobró por unos instantes la lucidez (exactamente cuando dijo “A mí me habían invitado de verdad”) para a continuación perderla ya para el resto de la noche.
12    12: Hoy desperté muy tarde, a las doce del mediodía. He mirado incrédulo el reloj. Mi mujer me ha dicho que en mitad de la noche he hablado sólo, he dicho:
     -Ya es hora de que vayamos a Port Actif. Allí no hay nichos. 
11 de septiembre (foto V-M)
11 de septiembre (foto V-M)
   13: Cuando escuchamos hablar de lo inesperados que resultaron los atentados del 11 de septiembre, deberíamos recordar la otra catástrofe crucial, a comienzos del siglo XX: la del Titánic. Aquello fue un shock porque, en la fantasía ideológica, el transatlántico era el símbolo de la civilización industrial del siglo XIX. ¿Se puede afirmar lo mismo de los atentados? No sólo los medios nos bombardeaban con el discurso de la amenaza terrorista; sino que esta amenaza estaba obvia y libidinalmente investida – basta con recordar películas como Escape de Nueva York y Día de la Independencia. En eso reside la razón de la asociación a menudo mencionada de los ataques con las películas-catástrofe hollywoodenses: Lo impensable (que sucedió), era a su vez objeto de fantasía, y de alguna manera, Estados Unidos tuvo lo que tanto fantaseaba, y ésta fue la mayor sorpresa.”
Slavoj Žižek, Bienvenido al desierto de lo Real
Dibujo de Teresa Vila Matas
Dibujo de Teresa Vila Matas
   14: Hace un minuto, a  las 14 horas del día de hoy, una amiga  me ha escrito un e-mail y me ha dicho que El mal de Montano es mi libro más desesperadamente lúdico. Juega -me ha dicho mi amiga-  con todo, con las personas, con todos los géneros, con las leyendas más sagradas, con el culto a la literatura, con todo: tiene algo de un nihilismo alegre.
     Puede que así sea (le he contestado), nihilismo alegre. Tal vez mi estilo se parezca, como dice Rodrigo Fresán, al estilo de la felicidad. De alguna forma –con mis viajes alrededor del escritorio o de mi biblioteca y con mis paseos por el barrio y mis travesías de larga distancia- no hago más que poner  de manifiesto la historia de mi estilo; un estilo literario que  es también, a estas alturas  un estilo de vida que ya no puedo modificar. Una paradoja de este conocimiento absoluto –creo que de esto habla principalmente Dublinesca, mi última novela– es mi condición de paria de la ignorancia: arrastro el estigma de saberme un completo desconocido. Lo he dicho ya en alguna parte: “Hasta no hace mucho creía que escribir equivalía a empezar a conocerse a sí mismo; pero a medida que va pasando el tiempo me doy cuenta de que nunca sabré quién soy por culpa de escribir. Y es que tal vez la felicidad, la verdadera felicidad, el mejor premio de todos, sea simplemente esto”. Algún día quiero hablar de ese tipo de escritores –Stendhal, por ejemplo–, que de una forma no voluntaria del todo, comunican felicidad al lector. Llevan la felicidad en lo que escriben; muy al contrario de tantos otros. En mi caso –y, por supuesto, salvando todas las insalvables distancias con Stendhal, distancias que intenté salvar sentándome un día riendo sobre su tumba en Montparnasse–, se trataría de una felicidad que me vendría dada por la escritura misma. Poder escribir, por ejemplo, que no hay ninguna verdad inmutable, fija, eterna. Y poder también ahora escribir que hay una canción esta mañana que me hace feliz, porque me recuerda los buenos tiempos. Lo más curioso es que la canción es muy actual. Es una canción dublinesa, que canta el inefable Liam Clancy y se titula Green Fields Of France. Y la estoy escuchando en Port Actif.
Dora T. Malú en Cadaqués, 1970
Dora T. Malú en Cadaqués
   15: Iba a mandarte la fotografía de Port Actif, imagen que creo indispensable para la construcción de esta página sobre Historia abreviada, cuando se ha cruzado en mi camino la aparición de ese desconcertante blog que ha realizado Dora Trage, la hija de Rita Malú.
     Dora T. Malú, a la que no veo desde hace años, tomó hace dos días la iniciativa de realizar un blog mimético a esta página nuestra en construcción. Sorprendente. Ya no es una niña. Cabría esperar de ella un blog más personal. Seguramente no tardará en llevar su blog por un camino más suyo. De momento, me califica muy certeramente de amigo entrañable de sus padres y dice –eso es inexacto, pero no importa- que cuenta con mi permiso para piratearme.
     Te pediría que pongas su foto de niña, de cuando en el verano de 1970, a petición de su fantástico padre, el inolvidable poeta y amigo Douglas Trage, la llevaba yo en Cadaqués por las tardes a jugar a los columpios. Trage cogía por las tardes unas cogorzas impresionantes en las casas de los ilustres extranjeros que vivían en la carretera de Port Lligat. Decía que así celebraba su boda, unos meses antes, en La Habana, con Rita. Se habían casado allí por un rito extraño después de diez años de noviazgo.
     Llevaba a Dora a los columpios, sí. Labor paciente y amistosa. Todas las tardes la niña me obliga a ensuciarme mi camisa blanca. Pero pensaba yo que cumplía con una tarea benéfica, y me aguantaba. ¿Y su madre? Rita no podía ocuparse de Dora porque se hallaba en París trabajando en la traducción –luego frustrada- de su libro Cartas desde Mogadiscio. La verdad es que la eché a faltar mucho aquel verano.
     Ahora Dora ha reaparecido estos días y, según indica en su blog, vive en Barcelona. Espero encontrarme pronto con ella. No sé cuantas veces ya ha vuelto a mi vida. La de estos días ha sido su reaparición más divertida. Se dedica a plagiarme con gran alegría e irresponsabilidad. No puede tener un espíritu más shandy su entrometido blog. Un beso para Dora T. Malú. Salve. Espero que no se le haya olvidado mi teléfono.
     Te mando su foto de 1970. Y sigamos adelante. No tardaré en enviarte –espero– una buena vista de Port Actif.
Hotel Foyot. Carta de Joseph Roth desde el 42 rue Vaneau
   16: A este paso no voy a poder llegar nunca a Port Actif ni enviarte desde allí una vista del lugar.  Shandy total. Así me encuentro: hecho un shandy completo. Entiendo que me des prisa por llegar a Port Actif, pero me ocurre algo parecido a aquello que le decía Sterne a sus lectores: que no se dejaran guiar por las apariencias y tuvieran paciencia. Él le decía al lector: "Aguante conmigo y déjeme proseguir y contar mi historia a mi manera. Y si de vez en cuando parece que me entretengo con tonterías por el camino ---- o que a veces durante unos segundos y mientras pasamos de largo, me pongo un cucurucho con un cascabel, ---- no se esfume usted, ---- sino más bien concédame cortésmente crédito y confíe en que en mí hay más sabiduría de la que muestran las apariencias; ---- y a medida que avancemos dando tumbos y a trompicones, bien ríase usted conmigo, o bien hágalo usted de mí, o en suma, haga lo que prefiera ---- pero no pierda usted nunca el humor".
     Me he enredado viajando a Berlín. Y lo que ha sido más del todo inesperado: me he detenido en París para hacer una investigación acerca del 42 de la rue Vaneau, donde según mi corresponsal en esta ciudad, D.C. Mateu, hubo una vez una dirección  que me pasó desapercibida cuando escribí Doctor Pasavento: el 42 de la rue Vaneau. Esa dirección la escribe Joseph Roth en una misteriosa carta desde el desaparecido Hotel Foyot de la rue Tournon. He ido a ver la casa del 42 de la rue Vaneau. Ya la había visto muchas veces, pero hasta hoy no había para mí nada relevante en ella.  Tampoco lo hay ahora, pero me es imposible olvidar que aparece  citada en una carta de Roth. Es un lujoso inmueble, situado frente a una brasserie-tabac, esquina  rue de Babylone.
     Desde Berlín trataré de viajar a Port Actif, te lo juro. No se trata de que me enrede todo el tiempo. Lo sé, hasta yo mismo lo sé. Conviene abreviar el tiempo que queremos emplear en la construcción de la página de la Historia abreviada. Pero de momento, no prescindamos de la fotografía de la carta de Roth, shandy secreto. Después de todo, Roth estuvo (ya es hora  de desvelarlo) en Port Actif, en la reunión de Berta Bocado y compañía, sólo que haciéndose llamar Robert Johnson. ¿No sospechaste nunca de Robert Johnson?
Robert Johnson - The Complete Recordings
Robert Johnson
The Complete Recordings
   17: Robert Johnson (1911- 1938) fue un cantante, compositor y guitarrista de blues estadounidense, conocido como El Rey del Delta blues. Sus grabaciones de 1936 a 1937 muestran una notable combinación de canto, habilidades de guitarra, y talento en la composición que influenciaron a generaciones de músicos, a pesar de solo haber dejado un registro de 29 canciones. Su enigmática vida, pobremente documentada, así como su muerte a la edad de 27 años, han dado lugar a la creación de muchas leyendas sobre su persona. Es considerado como el abuelo del rock and roll. La originalidad de sus canciones y su estilo de tocar la guitarra han influido en muchos músicos, entre los que se encuentran  Bob Dylan, Jimi Hendrix, The Rolling Stones, Neil Young y Eric Clapton (quien lo ha considerado siempre “el más importante músico de blues de toda la historia”). Robert Johnson, amigo de Georgia O´Keefe, aparece como suicida en Port Actif. Es un suicida que recuerda a Rigaut, "pero, a diferencia de éste, parecía tener una prisa inmensa en abandonar este mundo".
     En los años veinte, cuando Berta Bocado, Georgia O´Keefe y compañía llegaron a Port Actif, el abuelo del rock and roll era un niño. No parece pues plausible que a tal edad Robert Johnson  estuviera en ese puerto africano. Y menos aún que, como se cuenta en HALP, se suicidara. La explicación está en que quien se hacía llamar Robert Johnson era Joseph Roth. Su forma de beber tan veloz fue leída por todos como metáfora del suicidio, y eso forjó la falsa leyenda de que Robert Johnson se había suicidado en Port Actif.
     Josep Roth había elegido llamarse Robert Johnson creyendo que así pasaría más desapercibida su presencia en la reunión africana. Pero desde luego jamás imaginó el éxito en Nueva York de su suicidio inventado, y menos aún que, con el tiempo, aquel nombre y apellido acabarían perteneciendo al abuelo del rock and roll y aquel pseudónimo terminaría por provocar un doble malentendido histórico que seguramente finaliza hoy, con esta nota que te envío. Y es que desde  tiempo ya casi inmemorial se da por hecho que el abuelo del rock and roll fue un suicida y estuvo en la escena central de la fundación del shandysmo. Y no. Fue Josep Roth –en cierta forma el padre de un cierto rock and roll- quien estuvo allí. Y Roth, al igual que Robert Johnson, nunca se suicidó.

P.D.: Cuenta una leyenda (no shandy) que Robert Johnson vendió su alma al diablo en el cruce de la autopista 61 con la 49 en Clarksdale (Mississippi), a cambio de interpretar el blues mejor que nadie.
Berliner Ensemble (foto V-M)
Berliner Ensemble (foto V-M)
   18: Sería interesante que contáramos para la construcción de esta página portátil con una fotografía del estático Bahnhof Zoo, ese submarino inmóvil que alquilara el príncipe Mdivani y en el que pasaron una breve temporada los componentes de la conjura shandy. Pero no existe, o yo al menos no recuerdo haberla visto nunca, fotografía alguna de ese submarino estático. El nombre del barco, tal como se explica en HALP, salió de esa famosa estación de Berlín, Bahnhof Zoo, que en los años 30  fue el punto de encuentro más conocido de la ciudad. Debajo de su grandioso y  hoy mítico reloj quedaba citada mucha gente. Para el shandy y príncipe ruso Mdivani, Bahnhof Zoo era el nombre más adecuado para su barco de alquiler, pues en Berlín y bajo ese reloj que era punto de encuentro (un reloj fabricado en Zúrich por una empresa llamada Nave de los locos) aguardó más de una vez a una mujer fatal que acabó haciéndole terriblemente desdichado. Como no hay foto del submarino estático que alquiló el ruso y no he querido, a mi paso por Berlín, enviarte la pedestre foto que he hecho del triste reloj digital que hay actualmente en la estación berlinesa, te mando una imagen que capté ayer desde la ventana de mi hotel en Friedrichstraße, en la zona este de la ciudad.
     La ventana  junto al río Spree daba al Berliner Ensemble y creo que ya sólo me faltó ver entrar allí a Bertolt Brecht en busca de algún conjurado shandy que se  hubiera perdido en el tiempo. He pensado que desde luego me habría gustado intercambiar opiniones con ese shandy extraviado. Desde la ventana de mi cuarto, he fotografiado el Berliner Ensemble y luego, en el bar del hotel, he tenido acceso a una información que me ha facilitado un antiguo funcionario soviético, hoy poeta y conserje de un hotel de Berlín Oeste. Ese teatro junto al río, el teatro estable de Brecht, fue, después de la Segunda Guerra, un nido de seres extraviados. ¿Cómo decirlo? Tuvo algo de submarino secreto, estático, junto al río Spree.
     O sea que, a tenor de lo que me reveló ese poeta, no iba excesivamente equivocado cuando ayer desde mi ventana imaginé que el  Berliner pudo ser, en cierta forma, el heredero natural del Bahnhof Zoo, es decir, el descendiente directo  de aquel barco shandy alquilado por el príncipe ruso de los amoríos fatales.
     Y nada más. Te escribo todo esto desde la isla de La Palma, donde he hecho una escala técnica, camino de Port Actif.  Mientras espero el barco, me dedico a leer El sentido de un final (Estudios sobre la teoría de la ficción), de Frank Kermode. Tengo serias dudas acerca de si es el libro adecuado para moverse por África. Pero en fin. Todo puede acabar teniendo un sentido. Ya verás.
Observatorio de La Palma
Observatorio de La Palma
   19: He descubierto que todas las habitaciones del Observatorio Astrofísico de La Palma están ocupadas por una secta de lamas tibetanos que ha prometido no vivir nunca en espacios cerrados. Pertenecen sin duda a esa secta oriental de Trieste que en HALP aparece en el capítulo Todo el día en las tumbonas. Si bien las habitaciones del Observatorio parecen a primera vista claustrofóbicas, se abren en realidad al espacio infinito. Al atardecer, me ha parecido percibir que los lamas se comportaban como odradeks. Luego he visto que no es que se comporten como tales, sino que son odradeks. Odradeks puros, de la rama Ning, además. He obtenido su permiso para pasar la noche en ese lugar fantástico sobre las nubes. Y a las cinco de esta madrugada, desde uno de los telescopios, me ha sido posible ver la estrella a la que en mi honor han decidido cambiar el nombre para que a partir de ahora se llame Port Actif. Me han dado una fotografía para ti. En ella puede verse el aspecto inequívocamente shandy nocturno del observatorio. Esta mañana, el menos tímido de los lamas odradeks me ha dado un abrazo emocionado y se ha despedido de mí:
     -Adiós. Que el Observatorio te acompañe.
     Pero he pensado que en realidad me ha querido decir:
     -Adiós. El mundo regresa ahora a su lugar y vuelve a ser como en realidad siempre ha sido: no narrativo.
     Más tarde, en el poblado de abajo, cuando ya las nubes volvían a ser mi techo, he pensado que sería muy bueno
Observatorio con odradeks
Observatorio con odradeks
que no fueran excepción los momentos –como éste de La Palma- en los que felizmente encuentro esa simplicidad tan inherente al orden narrativo que hemos inventado los humanos, es decir, los momentos en los que encuentro esa confortable fórmula artificial que consiste en poder decir: “Cuando hubo pasado aquello, pasó después esto, y después pasó aquello, etc”.
     Y es que resulta evidente que lo que más me tranquiliza es la simple secuencia, la ilusoria sucesión de hechos. Sin embargo, hay una gran divergencia entre la confortable historia de algo (una visita a los odradeks de La Palma, por ejemplo) y la realidad del mundo, que es, por mucho que me disguste, completamente no narrativa.
África
   20: Sabemos todo, nos han dado toda la información, pero no nos han explicado nada. No puede explicarse. Creo que ésta es la única razón para dedicarse al arte, mostrar el absoluto misterio de las cosas.”

John Banville
Port Actif
Port Actif
   21: La realidad del mundo es no narrativa y en África esto se convierte en una evidencia colosal. El tono lento de la luz en las sombras de los árboles es de una dulzura inútil, inenarrable. Entiendo que he llegado hasta Port Actif para poder contarte algo desde el centro mismo de lo inenarrable. Como no hay nada que contar, pues ni el caos de África se puede relatar (salvo que uno haga lo que antiguamente llamaban “literatura de vanguardia” que es lo que a mi manera intento hacer), te mando este fragmentario paisaje portactifeño para que lo incluyas en nuestra página en construcción. Es un fragmento que en el fondo explica mejor el misterio de Port Actif que una vista completa de la ciudad. Y es que se trata de un fragmento que no dice nada o, mejor dicho, dice la nada, dice que lo sabemos todo, pero que nada puede explicarse. Creo que esta vista parcial y carente de todo sentido le habría encantado al nervioso Jacques Rigaut, que, como sabes, aquí en Port Actif comenzó a sentir de forma imperiosa la llamada del suicidio, y finalmente se perdió, estuvo ilocalizable durante dos años, hasta reaparecer de golpe: muerto en un hotel siciliano. Sé que aún hay gente que peregrina a una habitación del Grand Hotel et de Palmes, su última dirección estable. En ese hotel de Palermo se mató Rigaut de un disparo al corazón. Encima de su mesita de noche, en un intento vano de explicarlo todo, dejó una nota en la que, como si deseara resistirse a mostrar el absoluto misterio de las cosas, trató de explicar el mundo de forma narrativa, a través de cuatro simples tarifas:
Electrocución 200 fr.
Revólver 100 fr.
Veneno 90 fr.
Ahorcamiento (suicidio para pobres) 5 fr.
Talú (Matisse)
Talú (Matisse)
   22: Oigo toda la noche a los narradores orales que cuentan sus historias más allá de mi cuarto en la quinta planta del hotel Talú. Después, despierto. Eran sólo sueños. En realidad nadie ha estado contando nada durante la noche. Me acuerdo de Rilke: “Que se narrara, lo que se dice narrar, esto debió hacerse en otro tiempo. Yo nunca he oído narrar a nadie”. Miro a mi alrededor y sólo veo la pálida luz del quinqué que ha estado encendido a lo largo de toda la noche y del que ha podido surgir el silbido que ha originado el rumor de los narradores, los narradores de otro tiempo, hoy desaparecidos incluso en África. Voy a la ventana, medio a tientas, y miro en dirección al sudeste de Ejur, no lejos de la ribera derecha del Tez. De allí era Talú, que da nombre a este hotel. Talú, un verdadero poeta, pero también alguien que se perdió en la noche de los tiempos y del que no se conservan recuerdos, sólo leyendas de su buen hacer en la narración a viva voz de historias. Imagino que de fondo suena música de una banda francesa que canta una canción sobre Bela Lugosi, y ni siquiera la música imaginaria me impide en mitad de la noche pensar en la realidad “bárbara, brutal, muda, sin significado, de las cosas” de la que hablaba Ortega.
Ilustración de S. Pulido    23: Dora acude en nuestra ayuda.
   24: Sabes? Karla Olvera me pide el e-mail de Dora T. Malú. Pero no lo tengo. Si ella se dignara darlo en su blog, está claro que hasta pasaríamos a dejarle copiar esta página sin reprocharle nada, e incluso le aplaudiríamos su vocación de copista. Se convertiría en una joven “que prefiere hacerlo”, es decir, que prefiere imitar lo hecho, repetirlo, sin más. Sería un ejemplo para las nuevas generaciones de amanuenses. Anda, Dora, danos tu correo electrónico. Actúa, por una vez, como una verdadera copista moderna.

Bueno, a la espera de lo que Dora haga, vayamos ya dirigiéndonos hacia la entrada última, la que llegará con el número 27. Vayamos terminando esta página, esta revisitación de Historia abreviada de la literatura portátil, ese libro que probablemente fue la más radical de mis ficciones en los días de mi extrema juventud.

Manuscritos de W. Benjamin
Te agradecería que insertaras aquí ahora una imagen de un manuscrito de Walter Benjamin, el admirable pensador que no sólo inventó la máquina de pesar libros sino que prestó su rostro para la imagen del último shandy. No habría comentario completo de HALP si no apareciera este último eslabón de la cadena portátil: ese manuscrito del último shandy, para quien esta página, con sus 27 entradas, es un nuevo espacio nervioso donde pasear; ese shandy cuyo verdadero impulso cuando lo miran  es bajar la cabeza hacia su antiguo cuaderno de notas, o mejor esconderla tras la pantalla portátil de su ordenador de última generación, hoy sin la fuerza –dicen– de aquellos hombres sin atributos, sin la fuerza de aquellos peculiares Atlantes en versión peso pluma de los años 20, sin la fuerza de aquellos ligeros señores que hacían esfuerzos fabulosos para conseguir su gran objetivo: no hacer nada.
Duchamp retirando desnudo bajando la escalera
Duchamp retirando
Desnudo bajando la escalera
Aerofiat, coche de Glooscap
Aerofiat, coche de Glooscap
Marboeuf
Marboeuf
Jouannais
Jouannais
Artistes Sans Oeuvres
Artistes Sans Oeuvres
Artistes Sans Oeuvres
Artistes Sans Oeuvres
   25: Nadie fotografió el gran momento  shandy en el que, con el mejor estilo portátil, Marcel Duchamp recogía de un taller de París su cuadro Desnudo bajando la escalera y se lo llevaba a su casa para embalarlo, camino de Nueva York, donde lo expondría unos días después, en el Armory Show. Pero a falta de una fotografía, el gran momento shandy fue pintado por Marbœuf, que nunca fue pintor. O, mejor dicho, fue pintor de un solo cuadro, el único considerado verdaderamente portátil por los conjurados de la conspiración –valga la redundancia- portátil: este lienzo que retrata a Duchamp con  Desnudo bajando la escalera bajo el brazo, como si fuera el pan que le daría de comer el resto de su vida.
     La cuestión ahora es ésta: ¿Quién era Marbœuf? Si alguien sabe mucho sobre Félicien Marbœuf (considerado “el más grande de entre los escritores que no han escrito nunca nada”) es el escritor francés Jean-Yves Jouannais, autor de Artistes sans oeuvres, I Would Prefer not to (1).
     Hubo recientemente en París una gran exposición dedicada a Félicien Marbœuf, del que en mi prefacio (2) a Artistes sans oeuvres digo:
     “En marzo del 98, compraba yo en París Artistes sans oeuvres. I Would prefer not to. Y esa  misma noche lo leía de un tirón en el horrible Hôtel de la Bourse. El libro manejaba una amplia lista de dandys o elegantes creadores que habían optado por la no-creación, personas que habían realizado obras para sí mismos en lugar de hacerlas para la lógica industrial. Allí estaban de entrada Vaché y Duchamp encabezando una amplia sucesión de artistas sin obras. Todos eran dandys y al mismo tiempo todos eran completamente shandys. Mi propia sombra cruzaba en cierto momento por el libro, pues mi conspiración aparecía citada en ella en una nota a pie de página. Al parecer todos los shandys, según Jouannais, habían sido “prefer not to”.
     ¡Las cosas de las que uno se entera! Aquello marcó mi vida. Saber que Duchamp y Benjamin y compañía habían sido, como todos los demás portátiles, “prefer not to”, sentenció mi vida, porque me llevó a escribir Bartleby y compañía.
     Si algo me llamó mucho la atención de Artistes sans oeuvres fue que Jouannais hubiera incluido en la lista de mis conjurados a un shandy que yo no conocía: “La shandy, una improbable sociedad secreta, que de hecho es una comunidad del espíritu, reúne a artistas tales como Marcel Duchamp, Walter Benjamín, Aleister Crowley, Francis Picabia, Blaise Cendrars, Max Ernst, Félicien Marboeuf, Scott Fitzgerald, Valery Larbaud, George Antheil, Erik Satie, y muchos más de la misma especie”.
     ¿Quién era aquel Félicien Marboeuf, tan impunemente incorporado por Jouannais a mi sociedad secreta? Pronto supe que era el  “más grande de entre los escritores que no han escrito nunca nada”, el autor de una serie de magníficas novelas no escritas y autor de un solo cuadro: Duchamp con Desnudo bajando la escalera bajo el brazo.
     Por aquellos días, no conocía yo todavía ciertas ventajas de los buscadores google de internet y no me resultaba tan fácil como ahora averiguar si Marboeuf había sido un personaje real. Recuerdo que lo  busqué, primero, en las biografías de Flaubert, pues me había quedado grabado el episodio que narraba Jouannais acerca de la visita que hiciera el autor de Madame Bovary a la casa de los padres de Félicien, buenos amigos suyos. El joven Félicien, que tenía entonces 17 años, lo había pasado mal durante esa visita porque Flaubert apenas se había dignado dirigirle la palabra. Y el pobre Félicien había pensado desde entonces que él no era más que una sombra, un mueble del comedor en el que sus padres habían recibido al gran Flaubert. Todo aquello  del joven-mueble me llegó al alma y años después traería consecuencias cuando me  ocupé de la biografía de Clément  Cadou, pero no es el momento de hablar ahora de esto…
     No encontré referencias a Marboeuf por ninguna parte, salvo en una. No había duda alguna de que “el más grande de entre los escritores que no escribieron nunca” era ciudadano de honor de Glooscap, lugar situado en algún punto de la costa de Canadá.
     “Yo soy los suburbios de una ciudad que no existe”, decía Pessoa.
     El arquitecto de Glooscap parecía haberse aplicado a esta labor.  El  creador de toda esa ciudad, Alain Bublex, llevaba más de una década realizando sobre su espacio urbano mapas (de distintas épocas), pinturas de personajes famosos, cartas postales, libros, aerofiats (o coches utilitarios para las lluviosas carreteras de ese país) creando su historia y costumbres, su geografía,  sus habitantes, su mitología y su arquitectura, en fin, todo tipo de documentos.
     Así que mi shandy Marboeuf  era nada menos que el ciudadano de honor y el mejor escritor (no habiendo escrito nada) de Glooscap, la ciudad del arquitecto  Bublex. Marboeuf  –como Vaché, como Armand Robin, como Arthur  Cravan, como Firmin Quintrat, como todos los demás artistas sin obra-  habría tenido, a pesar de no producir nada, una influencia destacada en sus compañeros artísticos de generación. Me recordó de inmediato a Pepín Bello, hombre que sólo es conocido en España y que es  un gran escritor sin haber escrito nunca nada; fue inspirador  de la “generación del 27”  y amigo de Dalí, Buñuel y García Lorca, a quien regaló muchas ideas artísticas.
     La leyenda ahora dice que Marboeuf nunca fue una invención de Jouannais y que Marboeuf es un escritor (de nada) y pintor de un solo cuadro que en realidad existió de verdad. Según esa misma leyenda, Marboeuf  habría muerto muchos años después de haber desaparecido en la estación de  metro que lleva hoy su nombre –en la máquina expendedora de refrescos se cree que mora todavía su espíritu-, habría muerto en Glooscap, Canadá, lugar que recientemente hemos visitado Jean-Yves Jouannais y yo y del que por tanto podemos dar fe, incluso mostrar grandes fotografías de sus suburbios (el aerofiat es sólo un botón de muestra). Y digo de sus suburbios porque no hemos visto el centro. No hubo tiempo, esa es la verdad. Viajamos con demasiada energía a Glooscap, lo que no nos impide decir que los suburbios de esa ciudad canadiense no son como los suburbios de ninguna parte; son,  os lo juro, un lugar maravillosamente único y sobre todo, muy portátil.

 
(1) Jean-Yves Jouannais, Artistes sans œuvres. I Would prefer not to, réédition revue et augmentée d'une préface d'Enrique Vila-Matas, 2009, Éditions Verticales, 120 pages.
(2) Prefacio de Enrique Vila-Matas a Artistes sans oeuvres. I Would prefer not to, de Jean-Yves Jouannais.
Ferenc Szalay
Ferenc Szalay
shandy húngaro


Key West soup
Key West soup
   26: He aterrizado en Key West. He dado un buen portazo. Adiós a África y a todo eso. Me ha seguido el fantasma de Ferenc Szalay, pero no le hago ni caso. Ahora estoy bebiendo un mojito junto a la piscina del Flamingo. Pero es justo reconocer que acabo de salir de un mal trago.
     Todo empezó cuando, al borde de la piscina, abrí al azar mi tan europea Historia abreviada, tratando de ver qué imágenes o textos me faltaban para completar esta página en construcción. Y fui  a parar al final de una carta que escribía alguien a no sé quién: “Y para terminar, descifra esto, querido bólido: la vida aquí en el Sanatorio Internacional es como un asesinato dulce como la nieve: ponzoña fría encubriendo desolaciones de hielo en noches blancas de sedas venerables (…) Tendrás más noticias de quien ahora vaga, gira y se desvanece en la vacilación vana de despedirse.”
     “Querido bólido”, me repetí varias veces, y sentía que era como si me hubieran noqueado.
     Tuve un minuto fatal  cuando descubrí que esa carta la había escrito el traidor de la conjura shandy. Pero sólo fue un minuto fatal. Después de todo, me dije, conviene pensar que todas las conjuras necesitan un traidor, no pueden durar eternamente; las conjuras no pueden tener una vida de tortuga, porque eso sería muy lento, pesado, y hasta angustiante.
     Pero aún así lo de la ponzoña fría encubriendo desolaciones me había dejado realmente helado. Para colmo, una nube ocultó el sol y la piscina del Flamingo se volvió por momentos siniestra. Tuve miedo. Fui a un ambulatorio cercano a hacerme una revisión completa. Y ahora he regresado. Me termino el mojito. Ha vuelto el sol pero sé que no tardaré en llorar por todo lo que se acaba. Key West es divertido, me digo, tratando de animarme. Pero sé que es inútil y que voy a acabar llorando desconsoladamente. La culpa es del maldito traidor, aunque no seré tan ingenuo de dar ahora su nombre. Nos ha invitado a cenar esta noche a su casa, pero no iremos. Señal  de la  Cruz. Breve sortilegio. He leído el menú del día y esta  noche en el hotel hay de primer plato una sopa de tortuga. Me acuerdo de un cuento de Patricia Highsmith que comienza con una mujer preparando una sopa de tortuga. Látigo para el Innombrable. No iremos esta noche a su sopa de ponzoña fría. Cenaremos caliente, faltaría más.
27
27

Matisse y caja china (foto V-M)
Matisse y caja china (foto V-M)

pregunta en el segundo piso
Pregunta en el segundo piso
   27: Quiero que te preguntes finalmente qué sucede si un escritor quiere comenzar de nuevo. Faltan ensayos, estudios acerca de esta delicada cuestión. ¿A qué clase de problemas se ha de enfrentar el escritor que desea volver a empezar? Se me ocurre uno, así al primer bote: tiene que olvidarse de lo mucho que le fascinan algunas de las cosas que ha escrito a lo largo de su carrera. Pero se trata de hacer tabla rasa y convertirse en un escritor que comienza de nuevo, no hay lugar para los sentimentalismos. ¿A qué otros problemas se tiene que enfrentar? A problemas relacionados con la técnica, sin duda. Pero también con su propio mito de escritor y con su propio lugar. Le conté en Nueva York a Sergio Chejfec que a veces me planteaba volver a empezar y soñaba que estaba en el imposible punto de partida. Me dio un consejo, me dijo que no era tan imposible situarse en ese punto, sepultar un día de golpe mi propio mito de escritor. Quizás bastaba con escribir como si fuera otro, hacerlo con un pseudónimo. Nada tranquiliza tanto como una máscara. En mi caso, sería una máscara sobre la máscara que ya llevo puesta. ¿Es una utopía imposible el cambio de identidad como escritor? Es probable que sea una utopía, pero sólo ya plantearse ese cambio puede hacer que se muevan muchas cosas, puede llegar a ser productivo, porque de hecho es una sensación que te puede permitir distanciarte un poco de los mismos mecanismos que has desarrollado y que muchas veces automatizan cómo concebir los libros. La construcción en este blog en web de la página de HALP ha sido una experiencia que me ha abierto a espacios nuevos en mi mente. He aprendido a escribir de un modo distinto un libro que ya había escrito. Lo considero un paso más para mi proyecto de un día comenzar de nuevo. Ahora es tiempo de silencio. Y tiempo de buscar la nueva máscara. Esta página, por su parte, se queda ya, al llegar al número 27, eternamente en construcción. Sabía que no lograría acabarla, pero lo más curioso es que tengo la sensación de no haberla ni siquiera empezado. Como se decía en el Tristram Shandy, hemos ido a la mayor velocidad posible, y sin embargo no hemos nacido aún. La página queda suspendida aquí para siempre en el número 27. He aprendido a modificar algunos usos técnicos y he ampliado horizontes. Ahora debo perderme por esa calle en la que me transformaré en otro. Voy a seguir el consejo que ayer me dieron por teléfono:
     -Si vas a vender tu alma al diablo, ve por esa calle y pregunta en el segundo piso de la casa donde los perros. Allí te permitirán sacar chispas cuando frotes dos piedras, y verás que hay otra luna que brilla desde otra parte.
La maleta de Arletty
La maleta de Arletty
   27a: La maleta no era virtual. Estaba esperándome en París, el viernes pasado, en el Centre Pompidou (*). Poco antes de salir al escenario, apareció el dueño de la “valise”. Me dijo que ahora era suya, pero había pertenecido a Arletty. Saludé a ese señor y le agradecí la maleta prestada. Le dije que la habíamos abierto virtualmente en mi blog en web, pero no me entendió, no entendió nada. Mi francés, por otra parte, es pésimo. Me entendió más cuando le recordé que Arletty había sido amiga de la fantasmal madre de Patrick Modiano. Luego evoqué a Bufalino: “Durante mucho tiempo, la boina de Michele Morgan, las medias de Arletty, o Louis Jouvet recitando a Verlaine mientras le arrestan (“Dans le vieux parc solitaire et glacé”) me parecieron el máximo de cualquier sensación artistica”
  ÍNDICE:
 01:  Valise
 02:  Laurence Sterne
 03:  Máquinas solteras
 04:  Eterno retorno
 05:  Edgar Varese
 06:  Veintisiete
 07:  No he nacido aún
 08:  Paul Valéry
 09:  El problema de los blogs
 10:  Sandhyas! Sandhyas! Sandhyas!
 11:  La máquina de pesar libros
 12:  He hablado solo
 13:  11 de septiembre
 14:  Nihilismo alegre
 15:  La hija de Rita Malú
 16:  Joseph Roth y la rue Vaneau
 17:  Robert Johnson
 18:  Berlín
 19:  Una confortable fórmula
 20:  Sabemos todo
 21:  Tarifas de Port Actif
 22:  Al sudeste de Ejur
 23:  Dora acude en nuestra ayuda
 24:  El último shandy
 25:  Aerofiat portátil
 26:  Tuve miedo
 27:  Donde los perros
 27a:  La maleta de Arletty
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